Los ojos negros de
Hopper.
Él no sabía lo que
nosotros sabemos.
Rostros, rostros.
Puros,
delicados,
crudos,
maltratados.
Escucha la música,
pero despacio,
fíjate en los
detalles,
en esas notas que se
escapan,
y en las que tienen
un martillo,
y en las que son
llamas
que hielan con su
suspiro.
Dame un beso, pero
despacio,
piensa lo que haces,
y sé tus sueños, sé
consecuente,
pinta tus ojos del
color del sol
y abruma a todos los
Hopper
que intenten insertarte
en sus corazones.
Sé un hombre,
sé un horizonte,
tensa y destensa
tu silencio,
y no te dejes llevar
por el viento.
Hopper no sabía que
los ojos
brillan en el cielo.