Otra melodía en las nubes,
otra luna creciente
escondida en el cielo negro
de la noche.
Otro compás, otras luces,
otra nueva fuente
de energía en el tiempo
de alegres colores.
Otro beso de muerte,
otra mujer, otros gemelos
y muslos comestibles;
otros labios,
otros carmines
redondos y anchos
como claros violines
de una orquesta mortífera
con el tempo acelerado de mi órgano sangriento.
Otro mordisco, relámpago renacido
y rojo,
rojo anaranjado,
color llama,
que me enseña los dientes
que no son más que columnas
de un palacio
de seda y marfil
hacia su paraíso
de olas
y tormentas
y sexo.
Sin embargo,
estoy sentado
a la sombra de una encina
mientras observo esas risas esos cuerpos hermosos protegiéndome de ti, Sol venenoso.
Estoy en la salida
del laberinto de arbustos
verdes y azules
de tus ojos,
aunque todavía fuego fatuo, risa,
brillas en mi sombra negra,
en el cielo nocturno como dos estrellas gemelas de dentro de tus dos pupilas.
Sigo perdido. Pero te prometo que seguiré recorriendo el lento camino hacia el silencio, hacia el olvido.